Ya era hora, sí señor. Se acabó aliñar la ensalada en un restaurante con líquidos sin documentación visible. Por lo visto miles de restauradores se han cabreado y muchas asociaciones empresariales se han mosqueado, pero felizmente la nueva norma les impedirá rellenar aceiteras con cualquier cosa. Da igual que se quejen de que hay más costes o que de pronto les entre la vena ecologista con lo de los envases.
Lo cierto es que desde hace algunos años los mejores restaurantes han venido ofreciendo aceites de oliva virgen extra envasados y con marca, incluso de varios tipos, como parte de su propuesta gastronómica. No hay grandes restaurantes donde se haya servido aceite a granel. Ahora les toca a la gran mayoría adaptarse a la modernidad. Igual que no se debe vender vino a granel sin etiqueta, los aceites son una cosa muy seria. Imagino que en el sur de España puede haber más calidad en general, pero ahora llega el momento de garantizarla poniendo el DNI del aceite bien visible, con lo que se prestigia a la mesa. Los que trabajan al estilo cebadero tendrán que situarse a un nivel que no pretendían y que los clientes sí se merecen.
Una vez que pagamos una pasta por una buena ensalada de la huerta, es normal que la podamos aliñar con aceite de lo mejorcito, aunque no por venir envasado en botellita irrellenable va a ser óptimo. En cuanto a los vinagres, el público se ha acostumbrado al de Módena y al de Jerez, con lo que los vinagres comunes de medio euro el litro resultan demasiado ácidos para el gusto del consumidor del tercer milenio. Buena ocasión para sugerir vinagres variados, que tardan mucho en consumirse.
Se acaba una época de incertidumbre sobre lo que estábamos consumiendo y comienza una era de transparencia, mal que les pese a los tacaños y a los anclados en el pasado. A ver cuándo sacan una norma que obligue a los camareros a saludar al cliente cuando entra en un establecimiento, porque en media península siguen haciéndonos el vacío miserablemente.
Lo cierto es que desde hace algunos años los mejores restaurantes han venido ofreciendo aceites de oliva virgen extra envasados y con marca, incluso de varios tipos, como parte de su propuesta gastronómica. No hay grandes restaurantes donde se haya servido aceite a granel. Ahora les toca a la gran mayoría adaptarse a la modernidad. Igual que no se debe vender vino a granel sin etiqueta, los aceites son una cosa muy seria. Imagino que en el sur de España puede haber más calidad en general, pero ahora llega el momento de garantizarla poniendo el DNI del aceite bien visible, con lo que se prestigia a la mesa. Los que trabajan al estilo cebadero tendrán que situarse a un nivel que no pretendían y que los clientes sí se merecen.
Una vez que pagamos una pasta por una buena ensalada de la huerta, es normal que la podamos aliñar con aceite de lo mejorcito, aunque no por venir envasado en botellita irrellenable va a ser óptimo. En cuanto a los vinagres, el público se ha acostumbrado al de Módena y al de Jerez, con lo que los vinagres comunes de medio euro el litro resultan demasiado ácidos para el gusto del consumidor del tercer milenio. Buena ocasión para sugerir vinagres variados, que tardan mucho en consumirse.
Se acaba una época de incertidumbre sobre lo que estábamos consumiendo y comienza una era de transparencia, mal que les pese a los tacaños y a los anclados en el pasado. A ver cuándo sacan una norma que obligue a los camareros a saludar al cliente cuando entra en un establecimiento, porque en media península siguen haciéndonos el vacío miserablemente.