Lo que voy a contar en este post es algo tan evidente que parece imposible que los responsables del desaguisado no se hayan dado cuenta ni hecho nada al respecto.
Vivimos en un país donde demasiadas provincias obsequian al cliente con un sector hostelero ágrafo en el apartado de la restauración.
Durante un reciente viaje por Galicia, gran parte del cual se realizaba por carreteras nacionales, me sorprendió negativamente la ausencia de cartas en el exterior de la inmensa mayoría de restaurantes de la carretera y los pueblos que se atravesaban. No es que no se anunciara el menú del día sino que ni siquiera existía la posibilidad de ver la carta sin entrar en el establecimiento. La cosa acabó comiendo en territorio portugués, concretamente en Valença do Minho. Al regreso, más de lo mismo; hasta que no volví a territorio asturiano no me encontré una carta expuesta fuera del restaurante. Ya sé que en Santiago de Compostela hay una abundante oferta con excelentes precios y la preceptiva información, pero por carretera la situación me devolvía a otros tiempos. Por lo visto todavía existen restaurantes donde se canta la lista de platos, no sabes lo que valen y encima te cobran lo que les sale de las narices, que puede ser mucho si no eres del pueblo.
La metedura de pata fue parar a tomar algo en un pueblo del interior de Lugo donde compramos un rica empanada. En un bar muy corriente pagamos 3 euros por un pincho de tortilla, el triple de lo que costaría en cualquier bar de Cantabria o un euro más que en un área de servicio de autopista. Una y no mas. Menos mal que no comimos de restaurante, porque los que había en el pueblo te obligaban a entrar y preguntar los platos y precios.
Pero vamos a ver ¿es que en Galicia los hosteleros no saben escribir ni los clientes leer? Por supuesto que en las ciudades todo está muy moderno, pero en cuanto te metes en zona rural o carretera, te encuentras indefenso. No me valen las chorradas de que se come muy bien si de mano los restaurares te ocultan su oferta y los precios para que estés completamente a su merced.
Se supone que la Xunta de Galicia debería tomar medidas en un tema tan preocupante, sobre todo teniendo en cuenta que los turistas visitan la región esperando algo mejor que lo que reciben.
Normalmente en las zonas turísticas hay mucha competencia y los negocios se esfuerzan más, pero en entornos sin competencia y mala accesibilidad las clavadas se dan con mucha frecuencia.
En los bares en los que se servían tapas la cosa aún se complicaba más, puesto que no suele haber pizarra ni nada expuesto a la vista. Lo de siempre, preguntar, preguntar... De nada sirve que se haya inventado la escritura y en pleno siglo XXI. Uno termina en una ciudad grande o en un centro comercial de la periferia donde no le vayan a engañar. Eso sí, si te toca en zonas mal comunicadas te la juegas.
Hace poco me comentaba una familia gallega que en Asturias lo tenemos todo muy bien indicado en cuanto a restauración; les comenté que no tiene ningún mérito, simplemente está como debe estar y que no es que aquí lo hagamos bien sino que allí lo hacen mal.
El que esconde productos y precios es que tiene algo que ocultar y no tiene nada bueno para el cliente. Y no me valen comentarios de que en tal o cual pueblo se come de muerte por cuatro perras en sitios sin carta, porque eso es imposible de saber a priori. Y a lo mejor a los de fuera nos cobran más.
Vivimos en un país donde demasiadas provincias obsequian al cliente con un sector hostelero ágrafo en el apartado de la restauración.
Durante un reciente viaje por Galicia, gran parte del cual se realizaba por carreteras nacionales, me sorprendió negativamente la ausencia de cartas en el exterior de la inmensa mayoría de restaurantes de la carretera y los pueblos que se atravesaban. No es que no se anunciara el menú del día sino que ni siquiera existía la posibilidad de ver la carta sin entrar en el establecimiento. La cosa acabó comiendo en territorio portugués, concretamente en Valença do Minho. Al regreso, más de lo mismo; hasta que no volví a territorio asturiano no me encontré una carta expuesta fuera del restaurante. Ya sé que en Santiago de Compostela hay una abundante oferta con excelentes precios y la preceptiva información, pero por carretera la situación me devolvía a otros tiempos. Por lo visto todavía existen restaurantes donde se canta la lista de platos, no sabes lo que valen y encima te cobran lo que les sale de las narices, que puede ser mucho si no eres del pueblo.
La metedura de pata fue parar a tomar algo en un pueblo del interior de Lugo donde compramos un rica empanada. En un bar muy corriente pagamos 3 euros por un pincho de tortilla, el triple de lo que costaría en cualquier bar de Cantabria o un euro más que en un área de servicio de autopista. Una y no mas. Menos mal que no comimos de restaurante, porque los que había en el pueblo te obligaban a entrar y preguntar los platos y precios.
Pero vamos a ver ¿es que en Galicia los hosteleros no saben escribir ni los clientes leer? Por supuesto que en las ciudades todo está muy moderno, pero en cuanto te metes en zona rural o carretera, te encuentras indefenso. No me valen las chorradas de que se come muy bien si de mano los restaurares te ocultan su oferta y los precios para que estés completamente a su merced.
Se supone que la Xunta de Galicia debería tomar medidas en un tema tan preocupante, sobre todo teniendo en cuenta que los turistas visitan la región esperando algo mejor que lo que reciben.
Normalmente en las zonas turísticas hay mucha competencia y los negocios se esfuerzan más, pero en entornos sin competencia y mala accesibilidad las clavadas se dan con mucha frecuencia.
En los bares en los que se servían tapas la cosa aún se complicaba más, puesto que no suele haber pizarra ni nada expuesto a la vista. Lo de siempre, preguntar, preguntar... De nada sirve que se haya inventado la escritura y en pleno siglo XXI. Uno termina en una ciudad grande o en un centro comercial de la periferia donde no le vayan a engañar. Eso sí, si te toca en zonas mal comunicadas te la juegas.
Hace poco me comentaba una familia gallega que en Asturias lo tenemos todo muy bien indicado en cuanto a restauración; les comenté que no tiene ningún mérito, simplemente está como debe estar y que no es que aquí lo hagamos bien sino que allí lo hacen mal.
El que esconde productos y precios es que tiene algo que ocultar y no tiene nada bueno para el cliente. Y no me valen comentarios de que en tal o cual pueblo se come de muerte por cuatro perras en sitios sin carta, porque eso es imposible de saber a priori. Y a lo mejor a los de fuera nos cobran más.