El queso asturiano Afuega'l pitu (ahoga la garganta) no está mal del todo pero gastronómicamente se queda un pelín corto y no juega en la liga de campeones que siempre lideran el Cabrales y el Gamoneu. A este queso le hacía falta una evolución que curiosamente lo devolviera al estado de tiempos pretéritos y el resultado conseguido con el Rey Silo es más que aceptable, incluso notable diríamos. Se pueden hacer quesos maravillosos solo con leche de vaca y estamos ante un buen ejemplo.
Que conste que la primera vez que lo probé acabé cabreado porque un distribuidor me regaló una pieza que le había sobrado y resultó que estaba dura como una piedra y el contenido amargaba muchísimo, así que pasé años hasta probarlo por segunda vez y con mucha precaucíón, sin comprender en absoluto el éxito que tenía entre los grandes cocineros asturianos.
Menos mal que a la segunda fue la vencida y después de ella vinieron muchas más. Vale más comprarlo tierno y esperar a que vaya madurando para comerlo en el punto justo, ni poco hecho ni completamente pasado de vueltas. Ojo porque lo hay con y sin pimentón. Yo lo como sin pimentón y consumo la corteza. Desde fuera parece un queso francés tipo Brie con corteza muy arrugada. El contenido es muy entretenido porque tiene parte tierna cerca de la corteza y parte más sólida justo en el centro. Lo complicado es decidir cómo cortarlo. Si lo cortamos de arriba abajo no nos va a quedar bien por su forma, así que podemos tumbar la pieza y cortarla en círculo, lo que tampoco es óptimo.
Nuevamente insisto en que estamos ante un queso para muy entendidos y que ya están de vuelta de todo. Por supuesto que es afrancesado en las formas y también en los sabores.
También hay una versión tamaño gigante, en piezas que se pueden servir al corte. Normalmente consigues un queso de los pequeños por menos de diez euros y además viene primorosamente empaquetado, con cartón exterior y papel protector, que permite guardarlo individualmente.
En general, es un queso digno de las mejores mesas y que sale airoso de cualquier concurso mundial porque la quesería se lo ha currado en la poco quesera población de Pravia.
Que conste que la primera vez que lo probé acabé cabreado porque un distribuidor me regaló una pieza que le había sobrado y resultó que estaba dura como una piedra y el contenido amargaba muchísimo, así que pasé años hasta probarlo por segunda vez y con mucha precaucíón, sin comprender en absoluto el éxito que tenía entre los grandes cocineros asturianos.
Menos mal que a la segunda fue la vencida y después de ella vinieron muchas más. Vale más comprarlo tierno y esperar a que vaya madurando para comerlo en el punto justo, ni poco hecho ni completamente pasado de vueltas. Ojo porque lo hay con y sin pimentón. Yo lo como sin pimentón y consumo la corteza. Desde fuera parece un queso francés tipo Brie con corteza muy arrugada. El contenido es muy entretenido porque tiene parte tierna cerca de la corteza y parte más sólida justo en el centro. Lo complicado es decidir cómo cortarlo. Si lo cortamos de arriba abajo no nos va a quedar bien por su forma, así que podemos tumbar la pieza y cortarla en círculo, lo que tampoco es óptimo.
Nuevamente insisto en que estamos ante un queso para muy entendidos y que ya están de vuelta de todo. Por supuesto que es afrancesado en las formas y también en los sabores.
También hay una versión tamaño gigante, en piezas que se pueden servir al corte. Normalmente consigues un queso de los pequeños por menos de diez euros y además viene primorosamente empaquetado, con cartón exterior y papel protector, que permite guardarlo individualmente.
En general, es un queso digno de las mejores mesas y que sale airoso de cualquier concurso mundial porque la quesería se lo ha currado en la poco quesera población de Pravia.